Si revisamos la historia del periodo de
1918, cuando se extendió la gripe, veremos que ésta comenzó
repentinamente, justo después de que los soldados volvieran de la
Primera Guerra Mundial.
Fue la primera guerra en la
que todas las vacunas conocidas fueron inyectadas obligatoriamente a
los hombres en servicio.
La mezcla de fármacos venenosos y
proteínas pútridas de las que se componen las vacunas (Nota
Trinity: esta expresión del autor es la más acertada, “proteínas
que se pudren en el interior del organismo”), causaron tal
extensión de la enfermedad y muerte entre los soldados, que lo que
se decía entonces (Nota Trinity: ¡ya se decía entonces pero
por desgracia nuestros abuelos y bisabuelos no están aquí para
corroborar mucho de esto y los libros que podrían contarlo, como
éste, está descatalogado y es imposible de encontrar en una
librería) era que habían causado más muertes las inyecciones
médicas que los tiros del enemigo en el frente.
Miles de hombres quedaron inválidos
por las vacunas, como enfermos tullidos e inútiles, antes incluso de
que vieran el campo de batalla.
La tasa de mortalidad y enfermedad entre los soldados vacunados fue cuatro veces más alta que entre los civiles no vacunados. Pero esto no frenó a los promotores de las vacunas. La vacuna ha sido SIEMPRE un gran negocio y así continúa siéndolo hasta el día de hoy.
La tasa de mortalidad y enfermedad entre los soldados vacunados fue cuatro veces más alta que entre los civiles no vacunados. Pero esto no frenó a los promotores de las vacunas. La vacuna ha sido SIEMPRE un gran negocio y así continúa siéndolo hasta el día de hoy.
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