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La gripe se confunde a menudo con el resfriado común, pero los síntomas de la gripe suelen ser mucho más intensos que la nariz tapada y los típicos estornudos propios del resfriado.
Entre los síntomas de la gripe, que suelen comenzar unos dos días después de la exposición al virus, se incluyen los siguientes:
Los lactantes que contraen la gripe también pueden dar la sensación de estar muy inquietos de forma repentina o simplemente tener mal aspecto.
Para acelerar más histeria algunos han sacado del recuerdo a “la gripe española” como si se tratara de un antecedente de la actual. La historia documenta que no hay similitudes.
Empezó en los últimos meses de concluir la Primera Guerra Mundial. En febrero de 1918 la “fiebre de los tres días” se había metido en el cuerpo de 8 millones de españoles y en Madrid atacó a un tercio de la población. Síntomas: fiebre de 40 grados, dolor agudo en la cuenca de los ojos, en los oídos y en la zona lumbar. Pero al cabo de tres días la mayor parte de la gente se recuperaba. Esto es lo que cuenta el libro “Historia Mundial de los Desastres”, de John Withington y comentado en el diario El País. Pero la peste no había surgido en España sino en las sucias y pestilentes trincheras de los países en pugna bélica en aquel terrible conflicto militar de cuatro años de duración.
No había medicación posible para frenar la pandemia. No existían los antivirósicos, ni los contundentes antipiréticos, ni los antibióticos (que recién aparecerán casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial). La gripe se combatía con reposo y con paños fríos. Arrastró, como mínimo, el doble de muertos que en los campos de batalla: más de 20 millones de víctimas.
Ciertamente surgió en los campamentos del Ejército de los Estados Unidos, que ingresó en la guerra en 1917. Fueron 11.000 los soldados norteamericanos que murieron de gripe y no por las balas o el bombardeo en el Frente Occidental. Pero otros 22.000 fallecerían en los cuarteles de su propio país sin llegar a salir en los barcos rumbo a Europa. Una persona de cada diez se contagió de la peste en Boston. En Bombay (India) murieron 700 personas en un día y los menos afectados fueron los de la casta de los “intocables”, porque nadie se les acercaba. En el suroeste de África, los hospitales sólo admitían blancos. Faltaba infraestructura sanitaria y remedios. En Quebec, Canadá, murieron 10.000 sin poder ser atendidos. Si uno estornudaba o tosía en una calle de Nueva York podía ser multado con 500 dólares o encarcelado durante 1 año. Um periódico de Copenhague, Dinamarca, proclamó: “La lección que tenemos que extraer de esta pandemia es que hay que combatir la pobreza” y, de hecho sirvió para que mejorara la sanidad pública.
No hay relación de la actual gripe A o H1N1 con la española. No se ha expandido por el mundo y a los médicos los ampara una decisiva farmacopea que frena o termina con los síntomas.
La "gripe española" (también conocida como la gran pandemia de gripe, la "Pesadilla" o la "Cucaracha") fue una pandemia de gripe de inusitada gravedad, causado por un brote de influencia Virus A, del subtipo H1N1, que mató entre 50 y 100 millones de personas entre 1918 y 1919. Fue una de las pandemias más letales de la historia de la humanidad. Se cebó principalmente con adultos y jovenes saludables.
En pleno siglo XX eran posibles las grandes epidemias, sin fronteras y fuera de todo control. La última, iniciada en 1918, fue la “gripe española”.
Paradójicamente, España no fue el foco, aunque en su momento así pudiese parecer, por la especial virulencia y por la publicidad inmediata. Lo cierto es que en muchos otros países la epidemia ya estaba haciendo estragos cuando empezaron a publicarse las primeras noticias sobre sus efectos en España. La diferencia es que España era un país neutral en la guerra, y la prensa española dio estas noticias sin ningún impedimento, mientras que en la mayor parte de Europa se consideró necesario mantener el secreto para evitar desmoralizar a la población y dar ventajas al enemigo.
La epidemia, de hecho, fue mundial. Su transmisión se vió favorecida por el transporte de tropas durante la guerra, como en tantas otras ocasiones anteriores. Pero esta vez existían medios de transporte rápidos y masivos, como los barcos de vapor o los ferrocarriles, y las potencias enfrentadas eran poseedoras de imperios coloniales que cubrían prácticamente todo el planeta, de manera que pocas zonas del mundo se vieron exentas de contribuir con soldados o con ayuda material y logística, y de recibir a cambio esta mortífera plaga. La evaluación de sus efectos es todavía hoy materia polémica. No sólo la propia guerra mundial, sino la situación revolucionaria en Rusia o la falta de registros e información en buena parte del mundo, hacen que las evaluaciones vayan desde los 25 hasta los 200 millones de muertos, y es posible que llegase a infectar a prácticamente la mitad de la población mundial, de la cual el 25% habría mostrado efectos clínicos