martes, 22 de mayo de 2012

Condiciones de salud y económicas cuando llegó la gripe española a Argentina (lo cual la puedo incentivar)


Observada históricamente, la Argentina es un país que presenta grandes diferencias en términos económicos, sociales, políticos y culturales. Estos contrastes, que ya estaban consolidados en el siglo XIX, se profundizaron luego de que las élites dominantes determinaron el mode lo económico de país, implementado a fines del mismo siglo. Las zonas más aptas para este tipo de desarrollo, en especial las provincias de la región pampeana, generaron fuertes ventajas sobre las del norte y noroeste en términos socioeconómicos, que se tradujeron, entre otros aspectos, en diferenciaciones en las condiciones de salud de la población

Así, la esperanza de vida al nacimiento en cada una de las regiones en que se puede dividir el país explicita diferencias sustanciales. En 1914 la ciudad de Buenos Aires y la región del centro —conformada por las provincias de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos— tenían una esperanza de vida al nacimiento de entre 47 y 49 años, con una diferencia muy fuerte sobre las poblaciones de las provincias del noroeste y de Cuyo, cuyas esperanzas de vida eran entre seis y ocho años menores (Carbonetti y Celton, 2007). Vemos entonces que la esperanza de vida al nacimiento, un indicador revelador sobre las condiciones de vida, marca el contexto material de una existencia paupérrima en el norte argentino y la región de Cuyo.

Otro indicador de las condiciones de vida de la población, y de las estrategias con que ésta podía contar para evitar o curar una enfermedad, pasa por el grado de alfabetización, un indicador del sector social donde se encuentra el individuo, de si éste posee o no las habilidades para lograr, en el mercado de trabajo, la venta de su fuerza laboral a un precio mayor que el grado de subsistencia. Por otra parte, también enriquece la posibilidad de lograr, a partir de los medios gráficos suministrados por la prensa, ciertas destrezas para evitar la enfermedad, o una vez desencadenada, para recurrir a los medios más correctos para evitar su agravamiento.

El cuadro 3 es claro con respecto a las diferencias existentes en los porcentajes de analfabetismo de las diferentes poblaciones: la Capital Federal tenía uno de los índices más bajos, las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y San Luis presentaban índices medianos y cercanos al de la Argentina en su totalidad, mientras que todas las otras provincias concentraban un porcentaje de población analfabeta muy por encima de la media nacional, llegando al caso extremo de la provincia de Jujuy, donde sólo 5.7% de la población era alfabeta.

La vinculación entre la tasa de mortalidad por gripe y las tasas de analfabetismo por provincia, indicadoras de condiciones de vida de la población, permite apreciar una notable relación entre ambas; aquellas provincias que mostraban una alta tasa de analfabetismo tenían también una alta tasa de mortalidad por gripe, y éstas eran, justamente, las provincias del norte, con excepción del caso de la de San Juan (en la región de Cuyo), cuyo índice de analfabetismo era medio pero su mortalidad alta, y el caso de Corrientes, con un índice mayor de analfabetismo y una tasa menor de mortalidad por gripe.

Estas desigualdades también se reflejaban en el sistema de salud. En 1918, cuando la pandemia de gripe llegó a la Argentina, el sistema asistencial era desigual. Armus y Belmartino (2001: 306) observan que hacia 1915 el sistema hospitalario se había renovado prácticamente por completo en Buenos Aires, la urbe más poblada y desarrollada, donde se gestionaba gran parte de la renta del país. No obstante, hacia el interior de la Argentina, donde impactó con más fuerza la gripe, la población estaba desprotegida en lo referente al sistema asistencial, que era completamente descentralizado, heterogéneo y fragmentado. La intervención del Estado se restringía, en situaciones "normales", a entregar recursos "a organizaciones de la sociedad civil, involucradas en prácticas de asistencialismos y prevención" (Belmartino, 2005: 389). La conformación de este sistema ayudó poco a combatir la propagación de la gripe, más aún si tomamos en cuenta que este tipo de epidemia rebasa todo tipo de sistema sanitario que se pretenda imponer para contenerla.

No existen datos que puedan dar una idea sobre la capacidad, en términos cuantitativos, del sistema sanitario a principios del siglo XX, salvo el del número de médicos que habitaban en cada una de las provincias y que nos permite calcular el grado de medicalización como un indicador de la capacidad de atención con que contaba cada una de éstas14. El cuadro 4 reúne el número de médicos por cada mil habitantes, en relación con la tasa de mortalidad por gripe en 1919, lo que permite apreciar que las tasas de mortalidad más altas se dieron, justamente, en las provincias que contaban con menor cantidad de médicos. Pueden apreciarse, además, cinco categorías de provincias, clasificadas según la tasa de mortalidad por gripe y la cantidad de médicos por habitantes:




1) Ciudad de Buenos Aires, que presenta la tasa de mortalidad más baja, pero que, a su vez, tiene la mayor cantidad de médicos por habitantes.

2) Las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, con tasas relativamente bajas de mortalidad y con una cantidad mayor de médicos por habitantes que las otras provincias.

3) Las provincias de Córdoba, Mendoza y San Luis, con igual número de médicos por cada mil habitantes que las anteriores, pero con una mortalidad sensiblemente superior.

4) Las provincias del norte y noroeste argentino, que tenían un escaso número de médicos por habitantes y una alta tasa de mortalidad por gripe (Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca).

Paralelamente, las provincias de Corrientes y San Juan no entran en ninguna de estas categorías por dos fenómenos distintos: Corrientes tenía una baja mortalidad por gripe en relación con el escaso número de médicos, aunque un poco superior a otras provincias, mientras que San Juan presentaba tasas de mortalidad similares a las de las provincias norteñas, pero con un número de médicos por habitantes casi igual al de Corrientes.

De esta forma podemos plantear la hipótesis de que la mortalidad por gripe estuvo asociada tanto a las condiciones de existencia de los individuos que la sufrieron, como los medios con que contaba cada una de las provincias afectadas por la gripe en términos de la atención médica. Una editorial del diario Los Principios, de la ciudad de Córdoba, define cuál era la situación tanto material como sanitaria para los pobres que habitaban en la ciudad y la provincia; esto también se puede tomar como ejemplo para todas las provincias. El diario proponía:

[…] el establecimiento de un sanatorio o lazareto, siquiera provisorio, puede ser, entre otras, una resolución eficiente y de verdadero socorro, dado que allí podrían encontrar amparo y la asistencia racional y médica requerida los numerosísimos enfermos pobres de esta capital por lo menos salvando de un modo una gran cantidad de casos fatales producidos hasta ahora por las complicaciones de la enfermedad determinada exclusivamente por la falta de asistencia.

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