miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 4


El insistir sobre la localización del agente infeccioso
resultaba necesario por la cantidad de rumores que
circulaban entre la población madrileña. Esta precisión
permitía excluir el agua así como determinados alimentos
(fruta y verdura cruda, en particular) de los que se
sospechaba que pudieran acarrear la enfermedad. Sin
embargo, otras dos hipótesis eran coherentes con la vía
aérea de contagio y, además de originar todo tipo de
especulaciones, obligaron a realizar desmentidos.
En concreto, el primer y más fuerte rumor afirmaba
que el origen de esa epidemia residía en la remoción de
tierras que la compañía del Metropolitano estaba llevando a
cabo en Madrid para la instalación de la primera línea de
metro. Por analogía con los “vapores mefíticos”, se sostenía
que tales excavaciones habían llevado a la atmósfera

miasmas y gases que podrían haber causado la epidemia
reinante. Teniendo en cuenta que aún persistía la creencia
popular de que la gripe o “influenza” tuviera como causa la
“influencia” de los astros o de otros factores
meteorológicos, como se creía antiguamente, no es extraño
que se sospechara de tales obras.
El mismo doctor Marañón sostenía que:
“Deben haber influido en su súbita
contagiosidad los grandes cambios atmosféricos
sucedidos estos días (presión, grado
higrométrico, temperatura, etc.). Esto explica la
forma explosiva que tiene la epidemia.

La Compañía Metropolitana, reforzada por la
opinión de diversos médicos, se vio obligada a emitir un
comunicado rechazando la responsabilidad en dicha
epidemia, en base a que los trabajadores propios no sufrían
de gripe y la remoción de tierras venía efectuándose desde
un año atrás.
Entonces, algunas opiniones se inclinaron por
entenderla como una consecuencia de la cercana Gran
Guerra que tenía lugar al otro lado de la frontera con
Francia. En ella se lanzaban con profusión gases venenosos
que, al decir de los sostenedores de esta hipótesis, de cerca
mataban pero, cuando aumentaba la distancia y los gases se
diluían en la atmósfera, ésta resultaba contaminada atacando
levemente a los que la respiraban con síntomas semejantes a

los de la gripe. La presencia en aquellas semanas de vientos
del norte desde Francia hacia la Península aumentaba la
confianza en que la hipótesis era acertada.
“Personas que me merecen entero crédito,
afirman que las batallas se han suspendido por
haber cientos de miles de soldados enfermos. Y
si eso es cierto, y cierto también que microbios
difundidos por las aguas dan la vuelta al Mundo
–cólera por ejemplo-, nada de anticientífico será
el suponer que a España haya podido llegar el
aire viciado por los gases asfixiantes y otros
deletéreos”.



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