miércoles, 23 de mayo de 2012
libro: la reacción social ante la gripe española parte 27
En efecto, parece que las vías de contagio
coincidieron en gran medida con las férreas. Por una parte,
desde el paso de Port Bou se fue extendiendo por Cataluña,
provincias de Levante hasta Almería acompañando a los
trabajadores españoles que iban o venían del sur de Francia
y su vendimia. Por otro lado, los trabajadores portugueses
en las mismas tareas circulaban desde su país hacia Irún o
viceversa, llevando consigo por toda Castilla el rastro de la
epidemia. En otras palabras, la gripe encontraba a muchas
de las regiones que no habían sido seriamente afectadas en
el primer brote de la primavera. En ellas, sus habitantes, que
se salvaron entonces, carecían de defensas frente a esta
nueva y nociva forma de la gripe española.
Así se suceden, en esos primeros días de la segunda
oleada, noticias referentes a las regiones citadas. El día 13 se
mencionaba el caso de Becedas (Ávila), donde se registraba
además un elevado número de fallecimientos entre jóvenes,
algo que llamó la atención desde el principio. Lo que no se
mencionaba es que el 1 de septiembre comenzaron las
fiestas populares en esta localidad abulense, reuniéndose
con ese motivo los paisanos del lugar junto a visitantes de la
cercana localidad salmantina de Béjar, ya por entonces
salpicada por la gripe. A los pocos días de terminar las
fiestas había 800 afectados en Becedas y de manera tan
repentina que se llegó a sospechar que la sangre del toro
sacrificado en las fiestas había envenenado a los lugareños.
En Fermoselle (Zamora) se volvía a mencionar la
alta mortalidad registrada en esta ola de gripe, anunciando la
que sería una de las provincias con mayor índice de
fallecimientos de España durante los siguientes meses.
En esta primera quincena de septiembre lo que los
diarios transmiten es el creciente estado de alarma, cuando
no de pánico, que se vivía en estos pueblos desprovistos de
médicos y todo tipo de medios para combatir esta epidemia
terrible que empezaba a llevarse por delante a un número
crecido de habitantes, en particular los que en principio
debían resistir mejor la enfermedad, como eran los jóvenes.
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