miércoles, 23 de mayo de 2012
libro: la reacción social ante la gripe española parte 15
La estadística de enfermos acusa una
disminución considerable, debida en parte a un
remedio de efectos rápidos que no ha salido de
ningún laboratorio, sino del magín del jefe de un
gran establecimiento de crédito.
La fórmula curativa del experto financiero
consiste en recorrer las casas de los empleados
que se han dado de baja para enterarse de su
estado.
Y cuentan que, salvo los casos en que el
enfermo se encontraba en la Bombilla, en el
Retiro o en otros sanatorios semejantes, la
presencia del jefe determinaba una curación
fulminante”.
En el Ejército no sucedía tal cosa, claro está. El tema
era mucho más serio porque precisamente en esos días se
discutía en el Congreso la reforma militar. Hay que tener en
cuenta que el Ejército español mostraba unas carencias tan
considerables que ése había sido uno de los motivos
principales de la neutralidad española en la Gran Guerra. No
se disponía de una flota adecuada tras el desastre de 1898, el
armamento era obsoleto frente al que mostraron las fuerzas
aliadas, la formación de los soldados deficiente, las
instalaciones y cuarteles inadecuados.
A nadie se le podía negar, además, que los cuarteles
habían sido un lugar donde la gripe se había cebado con una
población joven hacinada en barracones con una falta.
notable de higiene. En “La Correspondencia Militar”, el
mismo médico que hemos visto partidario del suero
antidiftérico, denunciaba la inexistencia de duchas y baños
en los cuarteles, la aglomeración de soldados en unas
condiciones antihigiénicas que favorecían sobremanera la
difusión de la gripe y su contagio.
Por ello abogaba por medidas razonables como era la
instalación de duchas, así como la desinfección de cuadras y
letrinas. Sin embargo, también proponía algo que se llevaría
a cabo en muchas ocasiones varios meses después y
aumentaría sobremanera el contagio de la gripe entre la
población civil: licenciar a los soldados enfermos para que
fueran cuidados en su casa y no ayudaran a extender la
epidemia en el cuartel. Lo que no se tuvo en cuenta es que
esta actuación conduciría a que las familias de los soldados
enfermos contrajeran la enfermedad, propagándola en los
diversos pueblos y ciudades de donde los jóvenes eran
originarios.
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