miércoles, 23 de mayo de 2012
libro: la reacción social ante la gripe española parte 16
Los meses de julio y agosto fueron tranquilos. La
epidemia de gripe había sido explosiva, altamente
contagiosa, y terminó afectando sobre todo a una gran parte
de la población madrileña, extremeña y andaluza. También
hubo casos en el norte, en levante y la meseta castellana
pero no fueron extensos, algo que sería un factor importante
para justificar la alta mortalidad de la segunda oleada de
gripe, que habría de llegar meses después.
Pero entonces nadie podía suponerlo y la atención
del público lector de los diarios de la época tenía numerosos
temas en los que centrarse. Desde el punto de vista
internacional, la contienda entre los estados centroeuropeos
y los aliados protagonizaba las noticias de los periódicos en
primera o segunda página cada día. Se informaba de los
avances de unos y otros, los enfrentamientos diarios, el
bloqueo que se pretendía llevar a cabo, declaraciones de los
dirigentes. En España se discutía en el Congreso una ley
contra el espionaje al objeto de preservar la neutralidad
decretada por el gobierno nacional y conseguir que ningún
partidario de uno de los bandos filtrase información sensible
que alterase esa situación.
Nuestro país, no obstante, ya tenía sus propios
problemas que venían también reflejados en páginas
interiores y en los chistes que presidían la primera página de
cada diario. La inestabilidad política era notable desde el
asesinato, el año anterior, del primer ministro Canalejas y la
posterior caída de Maura, uno de los pilares de ese régimen
basado en la alternancia de dos partidos y el caciquismo
provincial.
Los problemas militares se sucedían por diversos
motivos: un excesivo número de oficiales frente a una tropa
mal armada, con escasos suministros y corta de número. La
situación en Marruecos no terminaba de resolverse y ello
provocaba tensiones internas importantes entre los propios
militares, algunos de los cuales eran partidarios de una
renovación completa de la estructura militar. A fin de
cuentas, las derrotas de final de siglo frente a enemigos más
poderosos, como el norteamericano, no habían tenido
verdaderas consecuencias ni habían comportado un rearme y
modernización del ejército, uno de los motivos
fundamentales de la anunciada neutralidad española frente a
la contienda europea.
Al tiempo, el triunfo en Rusia de los llamados
“bolchevikis”, no del todo preciso por entonces pero ya
inspirador de una conciencia europea entre los trabajadores
de cada país, se unía a unas condiciones sociales en España
que hacían prender la mecha de la conflictividad. Los
socialistas ya estaban en el Congreso y había que contar con
ellos, así como con las huelgas que menudeaban día a día en
la Corte. Podían ser los mineros, los empleados de Correos,
ningún sector estaba libre de encontrar unos trabajadores
cada vez más unidos y exasperados.
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