miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 10


En realidad, este bacilo existe en los seres humanos
sin que se torne agresivo salvo en presencia de otros agentes
infecciosos (por ejemplo, el virus de la gripe), que hace
disminuir las defensas y permite la acción del bacilo. Con
ello provoca algunas enfermedades graves, como la
meningitis bacteriana aguda. Hasta el descubrimiento del
verdadero virus de la gripe en 1931 se pensó, sin embargo,
que era el agente causal de la misma. Sin embargo, como no
siempre estaba presente en los enfermos de gripe e incluso
se comprobó que la inoculación en animales no causaba la
enfermedad, se empezó a distinguir entre la gripe auténtica,
donde sí estaba presente, y estas otras enfermedades que
cursaban con los mismos síntomas y que ofrecían
dificultades para averiguar su causa, como en el caso de la
gripe de que tratamos. Tal como afirmaba el doctor Chicote:
“Del examen bacteriológico de nuestros
productos de expectoración, procedentes de
personas atacadas de la enfermedad reinante,
resulta que no se encuentra ninguna especie
microbiana distinta de las que actualmente
existen en la boca, faringe y primeras vías
respiratorias.
En la inmensa mayoría de los casos aparece en
mayor proporción el ‘estreptococo’ y un
‘diplococo’ Gram negativo del tipo de
‘catharrallis’. El bacilo Pfeiffer no ha sido
encontrado más que en un solo caso”

Ante esta situación y mientras los médicos
determinaban otra cosa, desde el gobierno civil se hicieron
públicas determinadas recomendaciones: no frecuentar
lugares cerrados y con mucho público, antes bien, pasear
por lugares amplios y bien ventilados; cuando se declare la
enfermedad aislar en lo posible a los afectados, desinfectar
sus ropas, proveerles de una sana alimentación
(desmintiendo así la creencia en el poder de los purgantes y
el ayuno, que debilitaban más que fortalecían) y airear la
habitación donde se encontrase.
“No se conoce en la actualidad medicación
alguna profiláctica para evitar la presentación
del proceso ni atajar su desarrollo, como
tampoco se conocen sueros ni vacunas que
puedan preservar de la enfermedad o ayudarnos
a combatirla. El único preservativo eficaz tiene
por base el aislamiento posible de sanos y
enfermos, procurando que permanezcan los
primeros en la atmósfera que respiran los
segundos sólo el tiempo necesario para atender a
su cuidado”.

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