viernes, 27 de abril de 2012




La epidemia de la gripe la causaron las vacunas



Traducción de Trinity a Tierra con inserción de imágenes y comentarios a pie de foto de Trinity a Tierra. Se añade más abajo un análisis y enlaces a referencias y vídeos sobre la gripe “española” de 1918.
Extracto del libro “Vacunación, el asesino siencioso” (Vaccination The Silent Killer p28) de E. McBean
Muy poca gente se da cuenta de que la peor epidemia que azotó jamás a América, la gripe española de 1918, ocurrió por el efecto secundario de una campaña de vacunas masiva a nivel nacional. Los doctores dijeron que la gente moría por la enfermedad causada por los gérmenes. Los virus aun no se habían descubierto en aquella época porque, de lo contrario, hubieran sido culpados de todo aquello. Los gérmenes, las bacterias y los virus, junto con los bacilos y otros organismos invisibles, son los seres “malvados” a los que los doctores achacan todos los males que desconocemos (o desconocen). Si el doctor hace un diagnóstico incorrecto, y mata al paciente, siempre puede culpar a los gérmenes, y decir que el paciente no recibió un diagnóstico a tiempo o no fue a verle a tiempo.

Si revisamos la historia del periodo de 1918, cuando se extendió la gripe, veremos que ésta comenzó repentinamente, justo después de que los soldados volvieran de la Primera Guerra Mundial. Fue la primera guerra en la que todas las vacunas conocidas fueron inyectadas obligatoriamente a los hombres en servicio. La mezcla de fármacos venenosos y proteínas pútridas de las que se componen las vacunas (nota Trinity: esta expresión del autor es la más acertada, “proteínas que se pudren en el interior del organismo”), causaron tal extensión de la enfermedad y muerte entre los soldados, que lo que se decía entonces (Nota Trinity: ¡ya se decía entonces pero por desgracia nuestros abuelos y bisabuelos no están aquí para corroborar mucho de esto y los libros que podrían contarlo, como éste, está descatalogado y es imposible de encontrar en una librería) era que habían causado más muertes las inyecciones médicas que los tiros del enemigo en el frente. Miles de hombres quedaron inválidos por las vacunas, como enfermos tullidos e inútiles, antes incluso de que vieran el campo de batalla.
La tasa de mortalidad y enfermedad entre los soldados vacunados fue cuatro veces más alta que entre los civiles no vacunados. Pero esto no frenó a los promotores de las vacunas. La vacuna ha sido SIEMPRE un gran negocio y así continúa siéndolo hasta el día de hoy.
Al parecer, la Guerra (la Primera) fue más corta de lo que los fabricantes de vacunas habían planificado; duró cerca de un año, así que los promotores de vacunas tenían un montón de vacunas sobrantes en stock que deseaban vender a buen precio, de forma que hicieron lo que hacen habitualmente, organizaron una reunión secreta entre bastidores y organizaron completamente todo este sórdido programa, un programa de vacunación a nivel mundial en el que usar todas sus vacunas, mientras les decían a la gente que los soldados volvían a casa con muchas enfermedades mortales contraídas en países extraños y que, por lo tanto, era un deber “patriótico” de cada hombre, mujer y niño, protegerse de todo ello por medio de la vacunación, acudiendo a toda prisa a los centros de vacunación a recibir todas las inyecciones previstas.
La mayor parte de la gente cree a sus doctores y a los políticos y hacen lo que éstos les dicen. El resultado fue, que casi toda la población sometida a las vacunas sin cuestionarlas, en cuestión de horas, comenzó a caer muerta en agonía, mientras otros colapsaban con una enfermedad de tan virulencia que nadie había visto jamás en su vida.
Tenían todas las características de las enfermedades contra las que habían sido vacunados, fiebre alta, dolor, diarrea, etc. como la tifus o la neumonía, como la congestión de pulmón y de garganta en la difteria y el vómito, dolor de cabeza, debilidad de la hepatitis y las manchas en la piel de las vacunas de varicela, junto con parálisis como consecuencia de todas las vacunas, etc.
Los doctores estaban aterrorizados y aseguraban que no sabían qué causaba la extraña y mortal enfermedad y realmente, no tenían cura para ella. Ellos debían haber entendido que la causa común de todo ello eran las vacunas, porque todos los soldados que recibían las vacunas en los campos, sufrían los mismos efectos.

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