martes, 10 de abril de 2012

La gripe española

Veinte de cada cien personas sufrió La Pesadilla, la llamada “Gripe Española” (que procedía, en realidad, de Kansas) en todo el mundo mundial. También conocida como “La Cucaracha”, este virus Influenza A del subtipo H1N1 se llevó más de cincuenta millones de vidas en dos años, siendo más maligna que la mismísima Primera Guerra Mundial que había acabado justo cuando empezó a extenderse, cuando corría el año 1918. La ponzoña, que se transmitía por el aire y era bastante semejante a la cepa actual (o digamos mejor: la de ahora se parece a esa) supuso 200.000 muertos en Inglaterra, 300.000 en la piel de toro que es España, 600.000 en los Estados Unidos…y el 22% de la población de Samoa Occidental pereció en las garras gangrenosas de la enfermedad pandémica.

Ahora habría que explicar porqué se le denomina “Gripe española”, que aunque algunos lo pensasen así no tiene nada que ver con una conspiración perpetrada en el país para dominar el planeta, más bien se debe a que, como en España no se censuraban los informes sobre este tipo de Influenza al no estar en guerra (recordemos que no es “bueno” para la moral de los combatientes saber que hay un bichito microscópico mortal pululando y haciendo su agosto) y los periódicos de la nación ibérica se coparon de noticias en ese estilo como ahora pasa con el Menéame, pasó a ser acervo popular que era una gripe “española”.

Lo cierto es que la ciencia médica no era tan avanzada como ahora, pero también los transportes eran más lentos, aunque sea difícil asegurarlo después de que hubieran movimientos masivos de tropas y de los clásicos emigrantes de posguerra. En el presente tenemos aviones y trenes superveloces que podrían extender con más facilidad si cabe una pandemia globalizada como la del juego Pandemic II, que nos permite aprender cómo se extiende una plaga de esas características y qué medidas se toman (idénticas a las que estamos presenciando ahora).

Ah, y una nota a los amiguitos de la conspiranoia. No, ni Roche ni ninguna marca farmacéutica o Gobierno ha lanzado el brote para vender supuestos antivirales como el tamiflú; si se esperaba es debido al aspecto cíclico de las mutaciones que “reviven” cada cierto tiempo. Este engendro de la naturaleza, que tiene retazos genéticos de la aviar, la porcina y la humana ya está siendo analizado y se prevé que pronto debería aparecer una vacuna “por si las moscas”.

Pero volviendo a la Gripe Española de 1918-1919 es interesante señalar que nuestra aliada la ciencia, publicó en la revista Science (valga la redundancia) el genoma completo del gérmen hace cuatro años, derivando esta muestra de divulgación y universalidad en un temor apocalíptico a que los terroristas usaran esa información para crear armas biológicas. Lo más llamativo del asunto es que gran parte del ADN lo aislaron a partir de una inuit (esquimal, en cristiano) y de muestras de tejido de soldados de la Gran Guerra infectados. Un español, Adolfo García-Sastre, se sumó a una unidad de estudio científico para investigar las características de las moléculas del virus en cuestión desde 2003.

Ahora como ayer no podemos dejar que el pánico nos venza, aunque suene a tópico. Sólo con coordinación y buen hacer se puede prevenir este tipo de azotes que bien podrían, si no fuera por las medidas preventivas y de protección, y a nuestra orgullosa medicina, destruir a toda la Humanidad en un tristrás.

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