miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 38


Parece, pues, que la desinfección rigurosa se
efectuaba sobre los extranjeros pero no los nacionales a los
que, incluso, se les permitía pasar a resolver sus negocios al
menos una vez. No es extraño que ante este efectivo

acordonamiento de la frontera, el país vecino protestase
oficialmente al quedar incomunicado por tierra con el resto
de Europa.
El 6 de octubre se informaba desde Bilbao que un
grupo de portugueses habían llegado procedentes de la
frontera francesa. No parecían estar enfermos pero sí en la
miseria. Habían recibido dos pesetas de su Consulado y, tras
acabárseles, se encontraban en la indigencia por lo que
solicitaban una ayuda, seguramente para proseguir su viaje.
El alcalde respondió: “Que no podía ayudarles porque
necesitaban los socorros los obreros hijos de Bilbao” (La
Correspondencia de España, 6.10-5). Ante la sospecha del
vecindario, que culpaba a los recién llegados de traer la
gripe, ordenó que fueran llevados hasta un centro de
desinfección para su aseo.
El temor era tan grande que el rechazo, dirigido
sobre todo a los que no eran nacionales, podía extenderse a
todo tipo de extraño. El día 7 de octubre, el mismo en que
moría de gripe Estefanía, una de las hijas del Sr. Maura
(suceso que demostraba que la enfermedad llegaba a todas
las clases sociales), se informaba de la llegada de un barco a
Las Palmas de Gran Canaria.

Se llegó finalmente al compromiso de llevar el buque
20 km. lejos de Las Palmas, hasta la bahía de Gando, donde
finalmente se pudo alojar a los enfermos en unas
instalaciones que se proyectaba dedicar a manicomio. Sin
embargo, como denunciaron los periódicos al día siguiente,
este antiguo lazareto aún no se había rehabilitado y estaba
en franco abandono, sin ventilación al carecer de ventanas
algunos pabellones, en estado ruinoso otros, sin posibilidad
de que se hiciera un verdadero tratamiento desinfectante a
los enfermos (ese día ya ascendían a 300), ni se evitara el
contagio con el entorno. Se apuntaba entonces que las
autoridades debían haber rechazado a los barcos para que
volvieran a su lugar de destino, donde pudieran ser

desinfectados adecuadamente. Es posible imaginar qué
terrible pesadilla habría sido un viaje de vuelta para aquellos
humildes emigrantes gallegos, encerrados en tan reducido
espacio con un número creciente de enfermos y fallecidos,
cuestión que ningún periódico mencionaba.



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