miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 34


Esta situación no era inhabitual e incluso, en el
mundo rural, no era extraño que conviviesen en el mismo
lecho sanos y enfermos. Los pueblos, prácticamente, estaban
abandonados a su propia suerte, algo que sería una constante
durante los meses siguientes. No había médicos suficientes
para atender a centenares de enfermos, además los que había
enfermaban a su vez y hasta fallecían, quedando la
población sin asistencia alguna. En numerosos pueblos se
hablaba de familias enteras enfermas simultáneamente e
incluso que desaparecían al completo. El temor, el pánico
más bien, debía de ser enorme. Del pueblo de Pego
(Alicante) se supo que los sanos habían huido dejando a los
enfermos abandonados en sus camas, muchos de ellos
agonizando. Las escenas que, solamente con estas noticias,
es posible imaginar debían ser dantescas. En relación a la
provincia valenciana:
“En algunos de estos pueblos las autoridades se
oponen absoluta y terminantemente a la entrada
de forasteros. En Xátiva los vecinos acompañan
continuamente al médico para impedir que vaya
al pueblo de al lado. En Silla había hoy 1.800
afectados. En Vallada, por haber fallecido el

médico, tiene que prestar auxilio a los enfermos
el cura… Al principio de la epidemia falleció el
médico de dicho pueblo [Algar], y a los ocho
días el que le sustituyó”.

“El Siglo Futuro”, un diario católico, informaba el
día 23 de que toda España estaba invadida por la gripe, que
sólo en un pueblo había habido 180 fallecidos en quince
días. Además, se reflejaban en la misma columna las
instrucciones dadas por el Sr. Rosado a los gobernadores
civiles para que impidiesen toda aglomeración de gente con
motivo de fiestas y ferias, ante la constancia de ser motivo
de extensión de la enfermedad.
En la columna siguiente de la misma página, se
comentaban las multitudinarias celebraciones en torno al
centenario de la Virgen de la Merced, en Barcelona. Vigilia,
misa pontifical, besamanos e incluso:
“A las cuatro de la tarde salió de la iglesia de la
Merced la procesión formada por millares de
personas, entre las que figuraban innumerables
congregaciones con estandartes y músicas,
cortejo de congresistas, comunidades religiosas,
clero parroquial y los esclavos argelinos típicos
de Barcelona… El paso de la procesión por las
ramblas fue presenciado por un inmenso gentío
que vitoreaba y echaba flores a la Virgen”


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