miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 36


El mes de octubre y comienzos de noviembre fue el
período en que la epidemia de gripe escapó a todo control,
causando un número muy elevado de muertes. Fue también
la enfermedad mortal de los pueblos de la meseta castellana,
el norte y este de la Península. Madrid siguió librándose de
la presencia del virus que causaba por entonces una
considerable mortandad en otros lugares. La inquietud era
grande, pese a ello, porque se temía la invasión epidémica
ante la llegada de viajeros que volvían de sus vacaciones
pasadas en zonas gravemente afectadas, e incluso se
denunciaba la presencia de visitantes portugueses, por
ejemplo, desharrapados, sucios, próximos a la mendicidad,
sin reparar en que mendigos había muchos en la capital.
No se sabe con certeza cómo surgió en España la
segunda oleada de gripe, la más virulenta.
Cronológicamente, como se ha comentado en el capítulo
anterior, surgieron brotes graves en la zona levantina ya a
finales de agosto, al tiempo que aparecían en la vecina
Francia. De modo que no se puede asegurar con certeza que
la gripe viniera de allí. Sin embargo, las zonas en la
Península más afectadas coincidieron casi exactamente con
las vías por las que trabajadores de todo tipo volvían o
atravesaban en su camino desde Francia.
El camino que partía de la frontera francesa en Port
Bou para discurrir por el Levante español terminando en
Almería, era recorrido por trabajadores españoles que

habían acudido a la vendimia francesa y volvían para la
recogida del arroz. Por otro lado, la ruta que partía de la
frontera por Irún, pasando por el norte de Castilla (Burgos,
Valladolid) hasta llegar a Medina del Campo, en esta última
provincia, para repartirse en diferentes caminos en dirección
a Portugal o viniendo de allí, era recorrida por trabajadores
portugueses, muchos de los cuales discurrían aparentemente
sanos o atravesaban como tales la frontera para enfermar en
el camino.
Fueran o no estas dos las vías de penetración de la
segunda oleada de gripe, lo cierto es que los periódicos de la
época lo creían con certeza. Frente a ello se sostenían dos
creencias complementarias que se manifestaban
continuamente: los trabajadores portugueses eran los
portadores del virus y el Gobierno resultaba marcadamente
ineficaz para controlar su paso por España. De los
trabajadores levantinos que volvían enfermos se discutía
mucho menos, sólo sosteniendo la necesidad de que fueran
desinfectados a su llegada a la frontera franco-española.

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