miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 39


El día 11, efectivamente, el barco hizo el viaje de
vuelta que, según el capitán, habría de concluirse en cinco
días marchando a toda máquina. Para entonces había ya más
de 40 pasajeros fallecidos y otros tantos se encontraban en
grave estado. Todos embarcaron de vuelta porque el viaje a
Cuba ya se hacía imposible. Dos días antes, el ministro de
Fomento había decretado, a la vista de este caso, la
suspensión temporal de la emigración desde todos los
puertos españoles. No hay mayores testimonios de la
tragedia vivida en el Infanta Isabel por aquellos emigrantes
que volvían a su lugar de origen de donde habían salido
huyendo de la pobreza para caer en la enfermedad y la
muerte.
Mientras tanto, el mapa de la extensión gripal se
definía con mayor claridad. Todo el norte, la meseta
castellana y el levante peninsular registraban un gran
número de infectados, sobre todo en los pueblos. Eso no
quiere decir que otras regiones se vieran libres de la
epidemia, pero su incidencia era considerablemente inferior.
En Madrid había casos aislados, incluso algunos pueblos de
la provincia se veían invadidos de gripe pero, extrañamente,
la capital registraba casos incidentales, a pesar de lo cual se

escribían continuas críticas respecto a la mala organización
sanitaria, la deficiente desinfección de los locales, etc.
También se registraban casos importantes en
Granada, por ejemplo, o en Sevilla. Y en Cádiz, donde el
aumento de los casos se achacaba (con bastante razón) al
licenciamiento de los soldados de reemplazo que ya era
generalizado en los cuarteles. Los quintos, en muchos casos
ya con gripe, marchaban a sus casas para ser atendidos,
propagando la enfermedad en todo su ámbito familiar y
local. Precisamente el día 14 de octubre, desde la localidad
gaditana de San Roque, llegaba una noticia estremecedora:
la mujer del capitán de Carabineros, Rafael Herrera,
viéndole en muy grave estado por la gripe, le propuso un
suicidio conjunto a base de ingerir pastillas. La noticia de su
muerte, reflejada en todos los diarios nacionales, vino
acompañada por la escueta referencia de que dejaban cinco
hijos de corta edad, lo que hace más incomprensible la
resolución de aquella mujer. Sin embargo, otros suicidios
fueron registrados entre médicos, funcionarios, personas que
desesperaban de su condición, alguno incluso en un estado
no muy avanzado de la enfermedad.
Frecuentemente se hacía notar el hecho de que la
epidemia recayera en el mundo rural, donde los medios de
tratamiento y el servicio médico eran más escasos. Ante la
ausencia de facultativos que atendieran tan ingente número
de pacientes, algunos incluso enfermos o fallecidos, hasta
los estudiantes de Medicina (por ejemplo, en Zaragoza) se
ofrecieron para atender a los afectados, algo que fue

admitido por las autoridades, incapaces de dar abasto a todas
las necesidades.
También se observaba que la gripe era más fuerte en
aquellos lugares donde la enfermedad no había llegado en
primavera, mientras que se hacía más leve cuando en el mes
de mayo los afectados habían sido muchos. Madrid era un
caso emblemático en ese sentido. Algunos periódicos
hablaban de este hecho sin comprender el porqué de esa
aparente “inmunidad”, como mencionaban.
Los periódicos madrileños registraban a diario las
incidencias en provincias, algo que no era muy del gusto del
Ministerio de Gobernación por el hecho de “sembrar la
alarma”. Los comunicados gubernamentales que desgranaba
frecuentemente el Sr. Rosado iban siempre en la misma
línea: se estaba tomando todo tipo de precauciones
sanitarias, se enviaban medios de socorro a las localidades
que lo pedían, incluso se criticaba que algunas no deseaban
pedirlas para poder celebrar alguna festividad sin problemas.
Se resaltaba alguna mejoría por cuanto los casos disminuían,
siquiera en un día concreto, se llamaba a respetar los
consejos médicos y las medidas higiénicas para finalmente,
hacer una relación de las informaciones recibidas con el
número de afectados en distintos lugares de España, sin que
mediara estadística alguna que permitiese comprender otra
cosa que la diversidad de lugares donde la gripe actuaba.


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