miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 51


Sin embargo, las críticas a la desinfección
supuestamente más organizada se sucedían. Los lugares más
adecuados para practicarla era en los medios de transporte,
particularmente el tren, cuando llegaba a las grandes
ciudades. El procedimiento solía consistir en hacer pasar a

los pasajeros recién llegados por una única puerta mientras
se les echaba una rociada de formol, un agente derivado del
alcohol metílico, hoy en día considerado contraproducente
por cuanto causa todo tipo de irritaciones. Pero entonces se
tenía una gran fe en su capacidad desinfectante aunque no
tanto en la forma de administrarlo. Los periódicos criticaban
duramente que la rociada alcanzaba a un pasajero en el
codo, a otro en una pierna o en el abrigo, probablemente
porque además se protegían la cara frente a aquel agente
químico.
Luego se lavaban los vagones con zotal, un producto
parecido a la lejía que hoy sólo se emplea en establos de
animales y poco más. De hecho, en una de las
interpelaciones parlamentarias, al propio ministro se le
escapó decir que, como todo el mundo sabía, las
desinfecciones no servían para nada, pero había que seguir
haciéndolas. Naturalmente, eran útiles si se quería que las
autoridades salvaran la cara y nada más. También se daba el
caso de que la ignorancia de dichas autoridades causaba
serios peligros a los desinfectados. En Badajoz, por ejemplo,
fue denunciado un procedimiento de graves implicaciones
para los pasajeros que descendían de los trenes: se les
introducía en una habitación donde se quemaba azufre que
habían de respirar el rato que se estimase conveniente. Las
autoridades centrales tuvieron que intervenir al conocer la
noticia para prohibir un procedimiento tan lesivo.

Otra cosa era la desinfección de las fosas nasales y
de la boca, la forma de entrada al organismo del agente

patógeno. Existían algunas disoluciones que permitían hacer
lavatorios recomendados en muchos casos por las
autoridades sanitarias, que las repartían en paquetes allá
donde se les pedía y mientras tuvieran existencias. No se ha
hecho nunca una valoración económica de qué empresas y
comerciantes obtuvieron pingües beneficios de estas
recomendaciones que la gente y hasta los organismos
oficiales seguían a la desesperada a falta de algo mejor.
Numerosos anuncios prometiendo todo tipo de
desinfecciones frente a la gripe se encuentran en las páginas
de los diarios.



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