miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 52


Así, de forma más económica era conocida la mezcla
de sal común y bicarbonato de sosa, producto sencillo que
apenas costaba 70 céntimos el kilo. Del mismo modo, la
disolución de gomenol en aceite de oliva al 25 % de la
primera sustancia, un aceite extraído de una planta y que
aún se emplea hoy en día por su acción expectorante.
Pero había más profundas investigaciones, pruebas
muchas veces guiadas por el ensayo y error, todo con el
objetivo de aliviar y mejorar al enfermo evitando o curando
la neumonía, complicación habitual y causa de muerte en
muchos casos. No cabe duda de que la clase médica deseaba
dar respuesta a los interrogantes que esta epidemia
planteaba, además del honor de ser los autores de algún
método que procurase el alivio o la curación deseadas.
El día 18 de octubre “La Acción” presentaba a toda
página y, bajo el ambicioso título de: “La cura de la gripe
por el yodo”, un largo artículo del doctor Sobrino sobre las

ventajas de este producto en la desinfección interna del
organismo. Hoy en día se sigue utilizando como antiséptico
externo y su ingesta muy limitada resulta imprescindible
para el buen funcionamiento de la glándula tiroides, pero en
aquel tiempo se pensaba que su capacidad desinfectante se
extendía al uso interno.

Este tipo de consejos no eran desmentidos por
ninguna organización médica ni había un período de prueba
ni se valoraban de manera científica. Simplemente se
aplicaban y, como en algunos casos como éste, no hacían un
daño especial, la casualidad de una gripe benigna podía
hacer pensar que se había encontrado un remedio efectivo.



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