miércoles, 23 de mayo de 2012

libro: la reacción social ante la gripe española parte 30


A la extensión se unía la gravedad. Los casos
presentados no siempre eran benignos sino que degeneraban
en una “pulmonía purulenta” junto a hemorragias internas,
muchas de ellas nasales, hasta terminar en la muerte. Lo más

terrible de todo era que ésta podía sobrevenir en muy poco
espacio de tiempo. Se daban casos de soldados que hacían la
instrucción y caían redondos al suelo para morir horas
después.
“El desarrollo del mal es tan rápido, que en
ocasiones no ha habido tiempo de prestar a los
enfermos otros auxilios que los de la religión.
Sigue observándose que casi todos los atacados
son quintos excedentes de cupo de los llamados
hace poco para la instrucción, dándose la
circunstancia de no registrarse un solo caso de
complicación en los veteranos”.

Este aspecto llamó constantemente la atención a los
observadores sin que se le encontrara una explicación
plausible. Los mozos llegaban del campo, de sus pueblos,
para incorporarse a la instrucción militar obligatoria. A los
pocos días, una vez llegados al cuartel, caían fulminados por
la gripe alcanzándose una mortalidad alarmante. Los que
eran soldados veteranos, residentes en el cuartel desde hacía
tiempo, prácticamente no sufrían ninguna baja, ni siquiera
como afectados por la gripe. ¿Por qué era eso?
Hoy en día sabemos que estos últimos habían
pasado, en la mayoría de los casos, por la gripe primaveral
que aumentó sus defensas de manera notable frente a la
nueva oleada de gripe. Los quintos que llegaban desde el

pueblo se habían librado de la primera ola pero no tenían
defensa alguna frente a la segunda, que les alcanzaba en
unos barracones donde faltaba higiene, desinfección y el
virus gripal se extendía con una enorme rapidez.
Entonces no se disponía de esta explicación y la
distinta vulnerabilidad se achacó, fundamentalmente, a las
condiciones en que llegaban los nuevos soldados. Venían
sin haber conocido en su vida las más elementales nociones
de higiene, la mayoría no sabía lo que era una ducha ni
tenían costumbre de bañarse. La crisis de las subsistencias,
que afectaba con regular escándalo a las ciudades (incluida
la Corte madrileña) era habitual en las zonas rurales sin que
nadie prestara especial atención al hecho, de manera que los
mozos llegaban en un estado insalubre y con gran debilidad
nutricional. En suma, muy receptivos a cualquier
enfermedad.
Mientras tanto, la situación en el cuartel de la Granja
era cada vez más grave:
“Acaso sea en el Real Sitio de San Ildefonso
donde relativamente ha hecho más estragos la
epidemia reinante en el Ejército. Nada menos
que diez y ocho reclutas iban enterrados ayer, y
hay noticias de estar agonizando casi otros
tantos. El número de enfermos es en total 180,
de los cuales 50 lo están de gravedad”



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